31 de octubre de 2014

El mito de Sísifo.

Esto lo escribí hace algunas semanas. Desde luego que la indignación y la desesperanza guiaron a la pluma y aunque hoy las sensaciones son muy distintas, el absurdo sigue y seguirá siendo una constante en nuestras vidas y por eso lo publico. Dije o mejor dicho, ayer decía así:

Desde hace unos días me invade una sensación triste, descorazonadora, diría yo.
¿Por qué? Nunca he creído en motivos o causas únicas y tampoco voy a pensar ahora que un estado de ánimo esté mediatizado por una sola razón, así que supongo que haya varios factores que influyan en nuestra actitud. Me pregunto… ¿Influirá mucho el otoño? ¿Y este tiempo oscuro y lluvioso? ¿La cercanía del invierno, quizás? ¿La indignación? ¿Quizás la desvergüenza, la desfachatez y el descaro en los abusos de tantos personajes públicos? o es ¿Es mi habitual tendencia a lo que yo llamo "el pesimismo objetivo"?

Sin duda, todo influye, aunque podría estar feliz y contento pensando en la nueva temporada de setas, en que los tomates y los pimientos de mi huerto están madurando, creyendo dque la justicia sitúa tarde o temprano a cada uno en su sitio, sintiendo que la indignación colectiva es útil o adivinando en el horizonte nuevos proyectos. En definitiva esperanzas, ilusiones que…

Quizás sea eso, que uno amontona esperanzas, que uno, cada día, se endereza un poquito mientras lleva un mundo pesado y pesando sobre la espalda y lo transporta cuesta arriba, para que una cosa u otra te lo derribe y lo haga rodar pendiente abajo obligándote a descender, de nuevo, caminado cabizbajo hasta la base, invadido por la impotencia, enfrentado una vez más a una realidad de la que solo se puede escapar volviendo a cargar con el mundo e intentar remontar una vez más la pendiente, empujando como un burro, para empezar a levantar la cabeza, a ver una luz, a sentir una cierta felicidad con cada paso hacia arriba, aún sabiendo que vas a volver a tropezar o a sentir una nueva zancadilla en cualquier punto de la ascensión que derribe tu carga y la haga rodar de nuevo dejándote con cara de imbécil entristecido.

¿Sentiría eso mismo Sísifo? ¿Cuándo fue consciente de su eterna lucha? ¿Llegó en algún momento a caminar solo por caminar? ¿Cuando tomó conciencia de su realidad? ¿Se le transformó la cara? ¿Fue desde el primer momento? ¿Qué sentía cada vez que su carga empezaba a rodar nuevamente cuesta abajo? ¿Rabia? ¿tristeza? ¿Decepción? ¿Estupidez? ¿Hastío? ¿Desaliento? ¿Llegó a caminar sin prisas?

Hace ya años que leí este ensayo de Albert Camus y quizás sea de nuevo el momento de releerlo. De momento, recordarlo hoy, me ha servido para empezar a bajar, cansado, de nuevo desde la cima, para pensar que una nueva piedra me espera en el valle. Una piedra redonda y traicionera que no será la última, que me hará concebir esperanzas y quizás sentir felicidad un instante antes de volver a verla rodar cuesta abajo tras la caída. Es curioso, pero suele ser siempre la misma piedra y solo muy de cuando en cuando puedes escoger la carga.

¿Futuro? Me imagino a Sísifo subiendo cada vez más lentamente, consciente de que solo antes de volver a tropezar, intuirá, una vez más, la existencia de algo que no se absurdo.

14 de octubre de 2014

¿Imitando a Eduardo?


Cuando creé el personaje de Eduardo para mi novela “Los caminos del agua” no lo hice a imagen y semejanza de mí mismo. Eduardo fue, más bien, la solución a un problema en el espacio y en el tiempo de la trama. Había que conectar dos mundos, Oriente y Occidente, y aproveché mi conocimiento de la medicina como profesión y de la navegación en solitario para crear un personaje que me permitiera hacerlo de manera creíble y un tanto romántica.

Sería estúpido si negara que, personalmente, y supongo que también otros autores, trasladé (trasladamos) de una forma más o menos consciente a los personajes buena parte de nuestras vidas, de nuestros deseos, de nuestras dudas y que probablemente dotara a Eduardo con la voluntad y el arrojo necesario para llevar a cabo un viaje arriesgado y peligroso, como el que describo en la novela, porque yo carecía de esas virtudes. Sin duda siempre he deseado cubrirme con la piel bronceada de la aventura, pero lo cierto es que no soy un tipo valiente, que se me intimida fácilmente, que cada vez que me enfrento a algo nuevo siento miedo y que me cuesta vencer ese temor. Por eso mis desafíos han quedado reducidos al ámbito de aventuras de andar por casa.

Pues bien, resulta curioso que si bien como autor modelé y dí forma a los personajes de la novela, ahora descubro que Eduardo, uno de los protagonistas, también me da forma a mí, su creador, y que me ha transmitido parte de su coraje, dándome fuerzas para embarcarme, como él, en una aventura transoceánica: cruzar el Océano Atlántico navegando a vela.

Desde luego que no es lo mismo. No voy solo en el barco (no tengo tanto valor como el personaje de mi novela), voy acompañado de tres amigos que tienen el mismo sueño que yo, pero contrariamente a Eduardo que no dejaba a nadie en tierra, esperándole en la orilla, yo me sumerjo en un mar de dudas porque dejaré a este lado del Océano a una mujer y a una hija, que, dicho sea de paso, son mucho más valientes que yo y deben quererme mucho al permitir que cumpla este sueño. Y aunque supongo que lo sospechen, el día que salga de casa para meterme en un velero de apenas quince metros y dejarme impulsar por el viento hasta El Caribe, sentiré, siento ya, una gran congoja, el corazón encogido por la despedida al ver en sus ojos el brillo de la angustia, la preocupación y el miedo, mientras yo me voy con la contradicción en el alma y seguro que luchando por contener las lágrimas.

Así que, si a finales de este año me veo en mitad del océano, rogando al cielo para que haya viento o para que se calme la tempestad, se lo deberé a Eduardo que desde las páginas de mi novela me creó como soy y, sobre todo, a mi familia, porque ellas tienen el valor, la osadía, diría yo, de confiar en mí, de permitirme participar en una verdadera aventura.

Leyendo esto, cualquiera puede pensar que estoy loco, que ¿quién me manda a mí, un tipo entrado en años y con el pelo ya tan blanco como la nieve, arriesgarme a cruzar un mar que puede destruirte, hacerte desaparecer en un instante?

Eso mismo pienso yo. Y eso mismo debe pensar mi mujer y mi hija… ¿Arriesgar tanto? ¿Para qué?
Quizás lo descubra en un barco…

17 de septiembre de 2014

Entrevista en el Diario de León

El domingo pasado, 7 de septiembre, salió publicada en la página central de Diario de León una entrevista que me hizo el escritor, profesor y amigo, Alfonso García. La transcribo a continuación.
También dejo aquí el enlace, por si alguien quiere ver la fotografía del artículo, aunque es un tanto antigua.

JOSÉ LUIS CONTY. MÉDICO Y ESCRITOR
POR ALFONSO GARCÍA

“Los caminos del agua” es la primera novela de José Luis Conty (León, 1957), que, además de testificar la presencia de un excelente narrador y contador de historias, confirma la tradición de médicos-escritores de la que es pródiga esta tierra. Fue finalista del Premio Círculo de Lectores 2014 y en ella hay una intensa mezcla de aventuras, amor, intrigas y sentimientos. En formato digital, se accede a su lectura en el sello arrobabooks.

- ¿Cuál es básicamente el hilo conductor de “Los caminos del agua”?
- Mi intención, en relación la trama de la novela fue doble, por un lado atrapar al lector, entretenerle y hacerle desear que las horas se alarguen para así poder seguir leyendo y por otro provocar sentimientos que le conduzcan a plantearse los porqués de la historia.
- Para ello escogí como formula la aventura, la intriga, con un fondo de personajes que entrecruzan sus vidas en relación con un hecho violento, un crimen.

- Esta es su primera novela. ¿Dónde se asientan las raíces de su vocación como escritor?-
No creo en las vocaciones, más bien creo en las influencias y en los sentimientos que piden ser desarrollados. Si hablamos de sentimientos, quizás la literatura pretenda expresar la necesidad que uno tiene de entretener al lector, de descubrirle algo o de provocarle sensaciones...
- Y si hablamos de influencias, escribir es una consecuencia de la lectura. Leer supone recrear con la imaginación la historia que otro ha escrito. Cada vez que alguien lee un libro lo reescribe de nuevo en su mente, y ese es el embrión del escritor. Después la influencia de quienes te han enseñado disfrutar leyendo o la admiración por quienes son capaces de contar bien una historia, hace que en un momento dado el lector pase de ser un escritor solo para sí mismo, a ser escritor para los demás.

- Contar historias parece una circunstancia familiar, de tradición oral, para muchas generaciones de leoneses. ¿Hay algo de esto en su caso?
- Sí, por supuesto. Pienso que si hay actualmente en León tantos y tan buenos escritores es en parte gracias a que mi generación y las anteriores aún pudieron disfrutar de esa tradición oral que sin duda les empujó a escribir.
- De niño, pasaba los veranos en San Cristóbal de Entreviñas, un pueblo entre León y Zamora donde mis abuelos ejercían de maestros, y mi abuelo Juan Antonio, que era todo un personaje, reunía por las tardes a vecinos y amigos en una tertulia, estilo filandón. Allí lo mismo se contaban cuentos, que se explicaba como había ido ese día la pesca o se relataban hechos reales y, en parte, mi interés en la escritura puede venir de esa tradición oral de los pueblos leoneses.

- Eduardo, uno de los protagonistas, es médico, igual que usted. Hay una notable tradición entre nosotros de médicos-escritores. ¿Esta condición proyecta alguna mirada especial sobre la condición humana?
- Para mí medicina y literatura pueden ser un intento de expresión de sentimientos similares y de ciertas influencias comunes. Es posible que a esto se deba el que un número importante de médicos acaben inclinándose por la escritura. Hay incluso casos de médicos, que como Pío Baroja, abandonaron la medicina para escribir.
- Por otra parte, la medicina permite acercarse al ser humano más directamente, quizás porque el paciente, a poco que esté comprometida su salud, se muestra al médico de una forma más sincera y puede que ese acercamiento sea el inicio de una cadena que despierte en el médico el interés, el análisis y finalmente la descripción de personas y situaciones.

- En la novela hay un fuerte contraste entre dos estilos de vida, el occidental y el oriental. ¿Qué define a uno y otro? ¿Cree que el nuestro es un modelo ya caduco?
- Actualmente las diferencias entre los dos modelos son cada vez menores. La globalización y sobre todo los medios de comunicación están occidentalizando a los orientales. Existen diferencias, claro está y pienso fundamentalmente que están en relación con el fondo religioso de ambos tipos de sociedad. Creo que el budismo ha influido en que los orientales tengan un carácter mucho más sencillo, más respetuoso, menos ambicioso, sobre todo en las áreas rurales. Pero desgraciadamente ese respeto por los demás, por la vida en cualquiera de sus formas que los siglos de tradición budista inculcaron en la sociedad oriental, se está perdiendo vencidos por la sed del consumo y el modelo asiático cada vez se parece más al nuestro.

- ¿Por qué Camboya como escenario?
- En realidad podría haber escogido casi cualquier otro país como escenario, incluso España, porque se trataba de poner de manifiesto las diferencias entre dos tipos de vida uno sencillo, rural, sin demasiadas ambiciones, respetuoso con la ecología y con las personas y otro, nuestro complicado modelo de vida, influido por las pretensiones de notoriedad, por el consumo exagerado, por la vanidad, la falsedad en las relaciones y la importancia de las apariencias tan típica de ciudades pequeñas como la nuestra.
- Lo que ocurre es que durante un viaje a Camboya me impactaron esa sencillez y esa alegría de la gente a pesar de vivir prácticamente en la indigencia, mezcladas con un ambiente en el que se dejaban sentir los flecos de la guerra del Jemer Rojo, la violencia y la monstruosidad del genocidio de Polt Pot y el budismo, que son para mí los determinantes de la historia reciente de Camboya.

- Parece que el mar es una de sus grandes pasiones, tal como puede deducirse por el tono y el lenguaje empleados…
- Por supuesto, estar cerca del mar es casi una necesidad. Puede que tenga algo que ver con la sensación de no verle los límites, con la pasión que mi padre nos trasmitió desde pequeños o quizás por el hecho de que junto con la montaña es uno de los pocos lugares donde una persona puede encontrarse completamente sola.
- Navegar en solitario o ir al monte solo es como un veneno, sabes que puede ser muy peligroso, pero no puedes dejar de desearlo a pesar de sentir la intranquilidad del peligro que supone.

- En la novela se advierte un tono de pesimismo, de frustración. ¿Vivimos en un mundo abocado a ese estado de ánimo, a ese sentimiento?
- Creo que ser objetivos implica cierto grado de frustración y de pesimismo cuando ves que este mundo no avanza por caminos más justos, más basados en la solidaridad, en sencillez y en la franqueza de las relaciones que los actuales. En pleno siglo XXI cientos de millones de personas viven en la pobreza más absoluta y la intransigencia lleva a los seres humanos hasta extremos tan brutales como las guerras, los crímenes o el simple desprecio, mientras se extiende el culto al dinero, al gasto sin necesidad, al consumo y a lo fácil por encima de la razón y de la cultura del esfuerzo. Creo que negar esa realidad supondría aceptar el mundo tal y como es, y yo no lo acepto. Puede que por esa razón la novela parezca tener ese tono pesimista que implica ser objetivo, pero no es así, al final pretende ser un canto a la sencillez y a la imaginación con la esperanza para poder cambiar lo que no nos gusta.

- Hay cuatro personajes fundamentales. Perfilarlos no es cuestión fácil. ¿Se rebelan alguna vez? ¿Desobedecen al autor?
- Efectivamente los personajes principales (Eduardo, Channa, Lilly y Saloth Yatay) digamos que representan fundamentalmente, y por orden, la frustración, la sencillez, la arrogancia y la apatía. Quizás no deba hacerlo, pero quiero descubrir aquí que, además de otros personajes secundarios, hay un quinto personaje principal tan importante como los otros, aunque no se trate de un persona. Es “la selva”, que se muestra, se ve, o se siente, de forma diferente según los personajes. La selva es una metáfora, y nuestra forma de ser, alegre y sencilla o complicada y misteriosa u opresiva y violenta, dependerá de cómo la percibamos.
- Respecto a la desobediencia de los personajes, no sé si le pasa a otros autores, pero es cierto que a mí, algunos me pedían cambios y tenía la impresión de que eran impuestos, como si los personajes estuvieran vivos y se negaran a adoptar un papel determinado. Lilly es un ejemplo.

- De uno de esos personajes uno resulta especialmente llamativo: Saloth Yatay. ¿Cómo logró construir su historia? ¿O es una historia real?
- No, todos los personajes son imaginarios, solo Pol Pot es real, aunque prácticamente todo lo que se relata sobre él en la novela es inventado.
- Construir a Saloth Yatay fue complicado porque quise dotarle con una personalidad definida por la guerra, por el adoctrinamiento desde la infancia para ser niño soldado y lo dibujé como un ser apático e indiferente. Eso podría hacer que el lector lo sintiera como un ser casi brutal y sin embargo mi intención era que le provocara la misma mezcla de sensaciones que a mí me provocó crearlo; una mezcla de fascinación, ternura y pena a pesar de la violencia que encarna.

- La literatura atraviesa, a mi entender, un mal momento, absorbida, en parte, por la escritura mediática. ¿Cómo ve usted el panorama en el que acaba de entrar?
- La literatura ha pasado de ser una fuente de cultura a ser un mercado y como ellos se ha globalizado. Leer, para la mayoría de la gente, es sólo una fuente de entretenimiento, algo parecido a la televisión o a pasar un rato paseando por un centro comercial. No niego que ese deba ser un aspecto muy importante en la lectura, pero desde hace años se lee fundamentalmente aquello que proporciona una distracción fácil y yo diría que “boba” y eso conduce a olvidar que además debería ser un punto de partida para pensar, para generar dudas, para aprender, para conocer, para emocionarse…

13 de agosto de 2014

La cabeza sirve para algo más que para pensar.


He salido a pasear con la idea en la cabeza de que uno de los motores del mundo es el amor. Sí, el amor.
Está claro que el estado de ánimo influye en la manera de razonar, de pensar y hoy es un buen día, es el primer día de mi convalecencia en casa después de salir del hospital y el primer día que me atrevo a salir solo. Pienso en mi mujer y en mi hija, en las personas que quiero y en las que me quieren…
Esta tarde no tengo grandes objetivos, solo caminar un poco y procurar evitar el dolor en mi pierna recién operada y por supuesto, un traspiés o una caída. Estoy bien… Sin compañía, sin prisas. La calle recta, estrecha, sombría, escoltada por casas antiguas, solitaria, recoge el sonido de mis pasos, cortos, lentos, torpes y el “clap, clap” metálico y repetido de las muletas al apoyarse en el pavés de la acera. El tiempo que me sobra después de analizar la rugosidad el pavimento, de buscar resaltes invisibles para evitar un tropezón, lo ocupo intentando agujerear mi cabeza. Algo, no sé muy bien qué, me desanima.
Sí, el mundo no se mueve solo. Millones de años hacen que esto no sea pura casualidad. ¿Cuántas madres, cuantas esposas, cuantos ladrones, cuanto egoísmo, cuanta supervivencia?
Soy muy lento. Nunca lo había sido tanto. Nunca los momentos y la calle pasaron por mi cabeza tan despacio. ¿O es al revés?
Me da tiempo para fijarme en todo. En todos. Una mujer se cruza en mi camino desde un lateral.
Sí, el reloj parece haberse detenido, y… O mi mente me está jugando una mala pasada, o he retrocedido más de cien años. Va enteramente vestida de negro, camina con agilidad. No debe pasar de los sesenta. Oculta el pelo, sucio seguro, con un velo negro. No. Miento, no es un velo. Es un pañuelo negro que apenas me permite verle la cara. Se protege del relente con una toquilla, como no, negra, que sujeta con ambas manos a la altura del abdomen. La falda larga, bastante por debajo de las rodillas, deja asomar unas piernas nerviosas y rápidas en su caminar, que cubre con medias negras. Usa zapatillas de felpa, de las de andar por casa. Negras, claro está.
La que supongo que es su nieta me devuelve al siglo XXI porque va jugando con un móvil de última generación, viste pantalones a cuadros rojos y no para de charlar.
La mujer la escucha y la mira satisfecha. No hace falta ser adivino para saber que la quiere.
¿Qué no haría esta mujer por su nieta? O ¿quizás fuera su hija?

Pienso que mi lentitud me permite ver mejor el mundo, sus anacronismos, sus rarezas.
La niña y su abuela van mucho más rápido que yo. Las pierdo. No pretendo seguirlas.
Me concentro en mi camino, un paso más, otro agujero desconocido que evitar... ¡Cuidado con el bordillo!
¿Qué más mueve el mundo?

Después de la vieja, un mendigo me recuerda al famoso cuadro de “Los jugadores de cartas”, de Cézanne. Un perfil de nariz prominente y pelo corto, grisáceo. La vista perdida sobre sus manos, mirando sin verlas. Las cartas transformadas en relucientes monedas sobre un platillo que sujeta con desgana. La silla y la mesa son la acera y la calzada. La espalda encorvada, la vieja chaqueta, un gorro achaparrado de color indefinido. Aparentemente nada debería recordarme al famoso cuadro, pero… ¿Es su perfil lo que aviva mi imaginación? No, es la indiferencia en el rostro, la falta de expresión, la mirada baja mientras a su lado pasan los transeúntes que me adelantan. Nadie se fija en él. Nadie le echa una moneda.
No puedo evitar pensar en Cézanne. Los colores apagados, el reflejo de la botella, la cabeza inclinada de los jugadores. Un mundo inmóvil.
El mendigo y yo nos miramos. No siento pena. Creo que él tampoco.
No hay brillo en unos ojos que, sin embargo, me obligan a desviar la mirada. Voy tan despacio…
No puedo girarme. Tampoco detenerme. Le dejo allí sentado.
¿La inercia es otro motor del mundo?

A pesar de mi lentitud he llagado al final de la calle, ensimismado. Un grupo de turistas alborotan en la esquina. Por encima de mi cabeza, desde los pasadizos que llevan hasta la cumbre de La Catedral, oigo más risas y una joven le grita a su novio que tiene vértigo.
Abajo, a la entrada, una cola divertida y bullanguera espera. Todos quieren ver lo que ofrece la vista desde arriba, y…
De nada sirve el título de lo que se ofrece: “La búsqueda de la luz”.
Las sensaciones, la búsqueda… ¿Otro motor?

Salgo de las sombras y el sol calienta mis pasos. Me detengo frente al escaparate de una librería. Repaso las últimas novelas expuestas. Junto a ellas libros de auto ayuda, algún poemario... ¿Más motores?
¿Hay motores inertes, impotentes?

Sigo adelante. Ya llevo más de media hora tratando de descubrir baldosas ausentes, boquetes por los que se cuele la punta de mi bastón, irregularidades, inestabilidades…
Alguien me llama. En una ciudad pequeña siempre hay alguien que te reconoce.
—¿Qué te ha pasado?
La pregunta era obligatoria y la respuesta evasiva y sin ganas.
No me siento ni bien, ni mal. Nada tengo contra el que se interesa por mi salud. Normalmente no me alegro de verle, creo que me molesta oír rechinar los goznes de sus ideas, pero hoy no tengo prisa. Intento descubrir sin resultado algún sentimiento en sus ojos oscuros, en su cara redonda, infantil y femenina. Los ojos de los locos son expresivos, tras ellos se oculta la febril actividad de un cerebro "hiperactivo" que se asoma con un brillo especial en su mirar. No es el caso, la simpleza implica el vacío tras las pupilas y eso me ha llamado siempre la atención. Descubrir las intenciones, los pensamientos, la maldad o la bondad en el rostro de una persona inteligente es difícil, pero tienes la seguridad de que hay algo. Una mirada pueril es inescrutable, enigmática.
Es el primer día que veo el mundo desde la lentitud a la que mis pasos me obligan, así que no pensaba entretenerme, pero…
Pero le acompañaba un tullido. Tan alto como un chopo y tan delgado como una escoba, con la expresión retrasada de un niño de diez años, aunque sobrepase los veinte. Estaba allí, apoyado en sus muletas, parado delante de nosotros y solo le miraba a él. En su rostro se reflejaba la admiración, brillaban sus pupilas y un gesto de adoración desarticulaba su boca dejándola constantemente abierta.
Mi amigo se despidió de mí. Iban más rápidos que yo, naturalmente. Ni uno ni otro se volvió para mirarme. El lisiado caminaba de lado mirando a su ídolo. Como yo utilizaba bastones para caminar y cada vez que levantaba un pie le daba dos patadas al aire con un gesto tan descoordinado que parecía imposible que lo repitiera con el otro pie. Y, sin embargo, los movimientos de sus pasos eran simétricos; la muleta primero, la pierna después elevándose transversalmente al desplazamiento, el pie que tras tratar de golpear al propio mundo dos veces seguidas conseguía afirmarse en el suelo, el apoyo del bastón contrario y el mismo escorzo con la otra pierna. Su cara no perdió en ningún momento la expresión de éxtasis. Sus ojos negros, incapaces de dirigirse hacia un escaparate, hacia la rubia imponente que pasó a su lado, continuaban encandilados, maravillados, fijos en el rostro del ser venerado.
¿Sentí envidia de aquel ser mitificado?
¿Es la envidia otro de los motores del mundo?

Hay muchos motores, pero ya no me importaban tanto…
Los dos sujetos se alejaban delante de mí hacia el parque.

Giré a la derecha. Otro conocido se cruzó conmigo. Alguien con quien me divierte jugar a "ver quién saluda a quién", esperar su ¡hola! poniendo cara de poker. Alguien que camina sin dificultad, con poderío, mirando por encima del hombro a cualquiera que se cruce con él. Alguien con quien no me gusta cruzarme.
Pierdo yo, claro está. Le miro fijamente y en el último momento, cuando ya no puedo aguantar más ni su mirada, ni la mía, esbozo un saludo breve.
No va deprisa y solo después de sobrepasarme, como quien se da cuenta tarde, se detiene y con chulería me suelta un ¿Que te ha pasado?
Respondo sin detenerme, alejándome a toda la velocidad que me permiten mis dolores.

La cabeza me da vueltas, continúa registrando a los viandantes, las fachadas desconchadas, los agujeros del suelo. Me empiezan a doler los músculos del muslo. Estoy deseando llegara a casa para pensar un rato sentado en mi sillón.

Acelero el paso lo que puedo y, cuando sólo la puerta del portal me impide llegar al merecido descanso, me percato de lo difícil que va a ser abrirla con las manos ocupadas por las dos muletas y sin poder apoyar la pierna enferma.
La solución parece evidente, no necesito pensar. Apoyo una muleta en el marco, equilibro mi peso entre el otro bastón y la pierna indolora y saco las llaves del bolso. Abro. Empujo la puerta, pero… No es posible. Uno de esos resortes que se colocan para que la puerta no se quede abierta me lo impide, de modo que en cuanto saco la llave vuelve a cerrarse automáticamente. Dudo un instante si debo atreverme a permanecer en equilibrio sobre la pierna sana y sin la ayuda de una muleta. No me atrevo. ¿Quizás deba usar uno de las dos para sujetarla? No funcionaría. La puerta se cerrará en cuanto separe el bastón para poder equilibrarme. Una idea surge rauda…
¡Utiliza la cabeza…!
Y eso hago, abro la cerradura con la llave, equilibrado sobre mi pierna buena y la muleta contraria. Entonces, antes de que se cierre automáticamente, me inclino hacia delante y apoyo la cabeza en centro en la puerta para detener el avance que la fuerza del resorte le imprime a esta. Después, mi cabeza le da a la puerta el empujón definitivo para abrirla y poder así entrar en el portal de mi casa.

Sí, me digo ¡La cabeza sirve para algo más que para pensar!


28 de julio de 2014

Por fin en casa.

Por fin en casa.

El pasado jueves días 17 de julio llegamos a nuestro puerto base, después de que mi hija y yo desandáramos las casi doscientas cincuenta millas que previamente habíamos recorrido bajando hasta Galicia.



Durante este viaje ha sido un verdadero placer ver como mi hija Emma, de catorce años, ha ido aprendiendo a moverse en el barco, a trimar el génova, a ayudarme con los amarres, las defensas, las comunicaciones por radio y sobre todo con su compañía, a veces callada, a veces sin callar, pero siempre ahí, a mi lado, sin ningún miedo, disfrutando incluso cuando el agua corría por encima de la regala.



Este está siendo un verano de sentimientos, compartiendo la soledad en el mar y viéndola emocionarse y brincar en el concierto de los Rolling Stones, con Mike Jagger corriendo por la pasarela del Santiago Bernabeu a pocos metros de nosotros.


Ahora está lejos, casi al otro lado del mundo, con una beca de estudios. No se enterará de esta última crónica que no sé porqué publico, porque en realidad la he escrito para mí, para mí placer y para recordar su imagen delgada, pero firme, mientras atacaba la manivela del winche con ganas y mantenía la vista fija en los catavientos del génova con su pelo rizado recogido en una larga trenza y el traje de aguas rojo de su madre (lástima que no pudiera venir también) que le quedaba grande y que hacía su figura aún más delicada. Una imagen que espero permanezca siempre en mi pobre memoria.



Este es el mejor regalo que mi hija me ha hecho; su recuerdo en una travesía que afrontamos los dos solos y que acabó con una de mis costillas rota, casi sin poder dormir por el dolor y con la dificultad que una lesión así supone para realizar la mayoría de los esfuerzos que cualquier maniobra requiere. Dolor y alegría, la que me proporcionó una frase de mi hija:

"Papá, lo único que quiero que dejes en herencia el día de mañana es este barco"

Bonito final para esta historia.

Autor: Un padre muy orgulloso de su hija.



12 de julio de 2014

Última etapa de la Peregrinación Marítima a Santiago

La Primera Travesía Xacobea ha terminado hoy con la llegada a las instalaciones del Club Náutico de Puerto Cruz. Aquí se han reunido hoy las dos flotas, la procedente del Mediterráneo cuyos peregrinos han llegado en barco desde Génova, en Italia y la que ha seguido la Ruta Norte, que tras concentrar en Avilés a embarcaciones asturianas cantabras y europeas, se desplazó a Ribadeo para unirse a la flota gallega y desde allí tomar oficialmente la salida y recorrer unas trescientas millas hasta llegar a este precioso y novísimo puerto de Cabo Cruz.

Hoy la etapa ha sido corta, de poco más de cinco millas para los que conocían la zona y que atajaron entre el laberinto de piedras que es la Ría de Arosa y unas diez millas para el resto, pero todos están felices de haber logrado llegar hasta aquí.
Han sido, tanto para unos como para otros, días duros, llenos de esfuerzo, de lucha, de averías y de pelear contra los elementos, que no han sido precisamente favorables.

Para los peregrinos marinos que han llegado hasta aquí, navegar en las tranquilas aguas de las rías gallegas es un verdadero placer por las condiciones tan espléndidas de navegación que suelen ofrecer, un relax que se convertirá de nuevo en adrenalina cuando, tras recibir la Compostelana tengan que emprender el regreso hacia el Cántábrico y el Mediterráneo, rebasando unos Finisterre y la Costa da Morte y otros el Cabo San Vicente o el Estrecho de Gibraltar, pero esta vez seguramente con el viento y la mar en contra, y en condiciones seguramente mucho peores, tal y como se prevée según los avances meteorológicos.
Mañana ASNAUGA, los organizadores de esta Primera Travesía Náutica a Compostela, trasladaran a todos los peregrinos en barcos más planos hasta el puerto de Padrón desde donde partirán con autobuses hasta Santiago de Compostela y cumplir allí con la tradición de darle una cabezada al Santo Apóstol y recibir como premio la certificación de su peregrinaje. Pero estoy seguro que el mayor premio que todos recordaremos serán estas jornadas de navegación entre amigos, complicadas y duras, pero felices por haber hecho nuevas amistades o reencontrado a los ya conocidos.

Este es el fín de un camino y el principio de otro. El fin de mis crónicas como peregrino. Gracias a todos los que me han ayudado, especialmente a Ana Couto por cederme alguna de sus fotos. Todos hemos comprendido que la mar y el Camino son mucho más que una peregrinación, son encuentro de culturas y de personas diferentes. Esta primera Travesía Náutica a Santiago abre un nuevo camino para llegar a Compostela y para llegar a uno mismo. Muchas millas náuticas que han unido y seguirán uniendo a las gentes que han surcado estos tres mares; el Cantábrico, el Mediterráneo y el Océano Atlántico.

10 de julio de 2014

Peregrinación Marítima Xacobea, etapa de Portosín a Riveira 10/7/14

Hola amigos, a pesar de estar ya preparando el regreso y de no hacer estas últimas etapas con la flotilla de esta Primera Travesía Marítima Xacobea, la tecnología me permite estar con contacto con las tripulaciones que han podido continuar y completaré mi trabajo con estas dos últimas crónicas que faltan.
Por fin hoy ha sido un día en el que la flota no ha tenido que madrugar. Hoy tocaba recorrer las casi treinta millas que separan Portosín de Riveira y como ayer el viento ha soplado con fuerza pero noble, empujando a las embarcaciones hasta su destino, esta vez ya dentro de la Ría de Arosa.
Riveira, tierra de castros y de petroglifos es el mayor puerto pesquero de bajura de España y también y el de mayor producción de marisco, siendo además muy conocida por sus playas y por ser la puerta de entrada al Parque Nacional de las Islas Atlánticas y a la ría de Arosa en cuyo fondo se encuentra la villa de Padrón y el final de esta peregrinación.
La navegación, de nuevo con vientos portantes (que entran por la popa) ha vuelto a ser cómoda y rápida a pesar de los veinte nudos de viento, que supones casi cuarenta kilómetros por hora, y que han catapultado a los veleros a un ritmo de seis a siete millas por hora hasta su destino.
La dificultad de esta etapa estaba, además de la propia navegación por el océano hasta la entrada de la ría, en el difícil acceso a la Ría de Arosa, una zona con múltiples piedras y arrecifes, que afiladas como cuchillos suponen un grave riesgo para los cascos de fibra de vidrio de las embarcaciones. Cesta dificultad ha hecho que los que no conocían bien la entrada a la ría hayan tenido que rodear la Isla de Sálvora aumentando así un poco el recorrido.
Hoy la etapa ha sido corta y mañana prácticamente será testimonial ya que solo se recorrerán diez millas de Riveira a Puerto Cabo Cruz final de esta aventura y lugar de encuentro con la flota de barcos que desde Génova, en el Mediterráneo, recorre la Ruta Mediterránea de esta travesía y que ya han llegado también prácticamente a su destino y sin demasiados incidentes.
El cansancio de tantos días acumulados de navegación hace mella en las tripulaciones, pero todas las tardes se reúnen para recuperar fuerzas y comentar las aventuras de la jornada en torno a las viandas con las que los Clubs náuticos a los que se llega ofrecen a los peregrinos marítimos. Así que desde estas páginas nuestro agradecimiento a todos los clubs náuticos, empezando por el de Ribadeo, con Ramón Acuña su presidente a la cabeza, el Club Náutico de Viveiro, el de Ares, el de Camariñas, el de Portosín y finalmente este de Riveira y el último, mañana, el de Cabo Cruz, que se han esforzado y nos han tratado con mimo y con todo el cariño de aquellos que saben lo que es la mar y las dificultades que suponen travesías como estas.
Enhorabuena a los clubs, a Asnauga, los organizadores y muchs gracias a Ana por sus fotos.
9/7/4. Club Náutico de Portosín. Ría de Muros y Noia.
Las embarcaciones que participan en la Primera Travesía Marítima Xacobea han cubierto hoy una etapa de 35 millas entre Camariñas y Portosín. La meta está muy cercana, solo a unas treinta millas, en la Ría de Arosa, pero hoy quedaba por salvar el último gran escollo; cruzar el Cabo de Finisterre.
Las condiciones fueron duras, más si cabe que los anteriores días. Los vientos, que sobrepasaron los treinta nudos, han obligado a los patrones de las embarcaciones a navegar “a la francesa”, es decir, usando sólo la vela de proa para que la fuerza que el viento ejerce sobre la vela mayor no pueda atravesar el barco en la mar y contra el oleaje, lo que sería un peligro.
Ayer la organización de la travesía nos llevó a visitar el Faro de Cabo Vilano, en plena Costa da Morte, y su farera, la primera mujer y las más antigua que ostenta esa profesión, nos contaba que sufría cada vez que veía como los veleros como los nuestros se enfrentaban a los temporales y no es para menos, Meteo Galicia había avisado de este temporal y aunque nuestra flotilla de barcos llegó sana y salva a su destino, la embarcación de Salvamento Marítimo de Camariñas tuvo que salir al rescate de un velero de unos once metros al que el temporal reinante acababa de dañar severamente, destrozando sus velas y su piloto automático. Era realmente impactante ver el lastimoso estado en el que quedo el barco, después de que la naturaleza descargara sobre el su fuerza,
Hoy será la última crónica que escribamos desde el Rotán que, con pena, tiene que retirarse de la travesía sin terminarla, para poder regresar a su base. Aún nos quedan por recorrer las mas de doscientas millas que nos separan de Luanco y si seguimos hasta el final las condiciones meteorológicas previstas para la zona pueden impedirnos llegar a tiempo para reincorporarnos al trabajo.
Pero esta no será la última crónica de esta peregrinación marítima Xacobea, A partir de hoy, un compañero, Antonino García, embarcado en una de las dos goletas que participa en la regata, terminará el reportaje narrando las aventuras de los dos días de navegación que faltan para llegar a Puerto Cruz, punto final de esta travesía.
Tanto mi hija Emma, autora de algunas de las fotos que han acompañado a estos reportajes, como yo, nos sentimos apenados, pero contentos con la aventura que emprendimos ya hace casi quince días y desde aquí queremos darle las gracias a ASNAUGA, la Asociación de Clubs Náuticos de Galicia que con tesón, esfuerzo, buena voluntad, amabilidad y toda clase de facilidades para con los participantes ha conseguido organizar con éxito esta Primera Travesía Xacobea que hoy termina para nosotros pero que esperamos se repita. Desde luego nosotros, con algo más de tiempo, intentaremos regresar el próximo año.
Enhorabuena a ASNAUGA por esta iniciativa que ya es una realidad.
En nuestra memoria quedan grabadas las sensaciones vividas, el gusto de tantos buenos momentos y mientras escucho aullar el viento y silbar los obenques, siento que no vamos con el deseo de volver para disfrutar otro año más de la compañía de los buenos navegantes y mejores amigos que han compartido con nosotros esta aventura que se ha convertido en toda una experiencia para un padre y una hija que han navegado y continuaran navegando por estos difíciles mares y que nos han ayudado a entendernos mejor.
Las dos próximas crónicas se la escribirá Antonino García, así que gracias también a ti, Antonino, por terminar este trabajo que empecé con placer y termino con pena, la de no podercompletarlo .
Desde el Roatán saludos de Emma y José Luis Conty.

9 de julio de 2014

Camariñas 8 de julio de 2.014
Un día más y una etapa más de esta peregrinación marítima que cada vez nos acerca más a Padrón, punto al que, según se dice, llegó la barca de piedra en la que viajaba el cuerpo del Apóstol Santiago.
Hoy ha sido la segunda etapa más larga, unas sesenta millas que, Emma y yo, en el Roatán, hemos tardado en recorrer ocho horas y media y en la que hemos tenido la oportunidad de navegar a vela prácticamente desde la salida. Primero de ceñida, que es navegar contra el viento y después con portantes ( a favor del viento ), pero por fin los tripulantes “veleristas” hemos vista satisfecha esa necesidad que es sentir la libertad que te da el viento, el placer denavegar sin ruidos, escuchando solo como las olas golpean la proa del barco y como este se desliza después cabalgando sobre ellas.
Hoy, quizás, hemos terminado más cansados que otros días, porque la vela es exigente con los músculos de los marinos y porque ayer, las tripulaciones asturianas del Club San Balandrán de Avilés, el que más tripulantes aporta a esta Travesía Xacobea, nos reunimos después de cenar y… Ya se sabe, nos acostamos tarde.
Todos los barcos hemos llegado bien. Unos antes, otros después y alguno, como casi todos los días remolcado por fallos en el motor, pero eso es lo bueno que tienen los cruceros de vela, que si falla el motor siempre está nuestro propio motor natural y ecológico, el viento, que en caso de avería solo nos obliga a solicitar una ayuda para entrar al puerto.
Camariñas es el único puerto que tocamos en La Costa da Morte, llamada así por la peligrosidad que implica para la navegación dada la cantidad de bajos alejados de la costa que hay en esta zona.
La Costa de Morte se sitúa entre el Cabo Fisterra y la Punta Roncadora, que recibe su nombre debido al eco que produce el rugiente oleaje entre sus rocas.
Esta es una tierra de naufragios y leyendas, y de los riesgos que supone para la navegación nos hablan sus frecuentes y graves naufragios.
El desastre marítimo más importante ha sido el de la Armada Española que en la noche del 28 de noviembre de 1596 perdió 25 barcos y 1706 hombres. Los naufragios se cuentan aquí por cientos, siendo famosos los del Segrent y el Captain dos navíos de guerra ingleses que se hundieron en el siglo XIX. Entre ambos perdieron la vida más de 570 marineros.
En el año 2.002, frente a estas costas, se hundió también el Prestige, causando el mayor desastre ecológico de nuestro país.
Así que mañana, si todo sigue como hasta ahora, cruzaremos el punto más peligroso, Finisterre (Fisterra), y entraremos en las aguas de la Ría de Noia y Muros, mucho más protegidas del mar abierto que hemos surcado hasta ahora y que raramente te permite navegar con olas de menos de dos o tres metros altura.

26 de junio de 2014

Primera Travesía Náutica Xacobea 2.014 . Historia de las peregrinaciones marítimas ( 2ª Parte)

LA TRAVESÍA MARÍTIMA HASTA SANTIAGO EN LA EDAD MEDIA
La ruta que comunica por mar el sur de Inglaterra con el norte de España se ha realizado con regularidad desde la antigüedad. La ascendencia celta de las poblaciones del norte de la península está, probablemente, en relación con las migraciones y el comercio que los europeos practicaron con Asturias y Galicia, existiendo ya constancia de estos movimientos migratorios marítimos en los siglos V y VI.

El primer relato escrito data del siglo VII y en él se describe como los monjes irlandeses que llegan a Galicia fundan el monasterio de Santa María de Bretoña, cerca de Ribadeo y del que aún se conservan restos.

Por entonces ya se empezaba a practicar la navegación directa, es decir, se enfilaba una línea recta desde Cornualles o Devon, en el sur de Inglaterra, hacia el Cabo Ortegal en el norte de Galicia. Al ser una navegación oceánica, sin avistar la costa, y al no existir instrumentos de navegación, la travesía era difícil y arriesgada, más teniendo en cuenta de que los barcos eran pequeños y débiles.

Esta travesía marítima suponía y supone, además de una distancia considerable, atravesar el golfo de Vizcaya una zona difícil, con temibles galernas, frecuentes tormentas, enormes olas y fuertes corrientes.


Los Embarcaciones:
Las naves eran siempre multiusos ya que su propósito era fundamentalmente el comercio que se completaba con el transporte de peregrinos.
Hasta el siglo XII la mayoría de los navíos aún se manejaban con remos que se utilizaban cuando no soplaba el viento, tal y como hacían griegos y romanos. A partir del siglo XIII y XIV comenzaron a utilizarse algunos instrumentos de navegación rudimentarios, como la brújula, y las naves avanzaron en el diseño permitiendo un viaje algo más cómodo.
La nave típica fue la “coca” un pequeño barco original del norte de Europa, de poca eslora, mucha manga, timón de codaste y dotado con un único palo de vela cuadrada al estilo vikingo.

El tipo de viaje.
Las circunstancias del viaje debían de ser terribles. La falta de espacio en las pequeñas naves, para las que lo importante era la carga y no el pasaje, hacía que los peregrinos fueran literalmente apiñados y las condiciones higiénicas eran pésimas. Al insoportable mal olor causado por la ausencia de ventilación, la acumulación de excrementos, vómitos y alimentos putrefactos, se le unía un trato degradante por parte de la tripulación.
No obstante la ruta a pie era tan dura, tan larga y tan peligrosa en aquella época que en uno de los pocos relatos de peregrinos que se conocen, Andrew Boorde, en el siglo XVI, llegó a decir que “prefería ir cinco veces a Roma por mar que una sola por tierra a Santiago”.
La duración del viaje solía ser de entre tres y siete días dependiendo de la meteorología. Eran por tanto cortos, si el tiempo era bueno, pero eran comunes los viajes de una semana o más con condiciones de mar muy duras. Tampoco eran extraños los ataques de los piratas y en ambos casos era frecuente que el viaje terminara en naufragio o en un puerto diferente al del destino, siendo habituales los desembarcos en Ribadeo o Vivero desde donde los peregrinos tomaban el llamado Camino del Norte para llegar a Santiago.

Así pues La peregrinación marítima jacobea desde Inglaterra a finales de la Edad Media se caracterizó por ser una ruta rápida, no exenta de grandes peligros y caracterizada por combinar el traslado de peregrinos al Santuario del Apóstol con el comercio de vino hacia Inglaterra, mientras que desde Galicia se importaban paños, vestidos o armas. Esta ruta, llamada ahora “El camino inglés” cayó en decadencia a partir del siglo XV con el inicio de la reforma protestante y el resurgimiento del comercio del vino con otras zonas.

De estas peregrinaciones no existen demasiados testimonios ni relatos. Los pocos que existen nos hablan de las pésimas condiciones y los peligros del viaje, incluso de los milagros que salvaron vidas gracias a la invocación del Apóstol.

Sobre los relatos de estos peregrinos de la Edad Media, intercalados con las aventuras y anécdotas de los barcos que participan en las distintas etapas de esta primera Travesía Náutica Xacobea 2.014, que empieza en el norte de Europa y termina en la Ría de Arosa, tratarán los capítulos de esta serie de reportajes. Hasta él llegaremos los casi cincuenta barcos de vela que realizaremos la travesía.

Sin duda que, en más de una ocasión, sentiremos el peligro y las dificultades de navegar por mares difíciles y peligrosos. Será una forma apasionante de sentir las adversidades que los peregrinos de antaño debieron sufrir, eso si con algunas comodidades más.

Mi agradecimiento todos los autores cuyos trabajos he consultado, pero especialmente a Mª Violeta Miraz Seco de cuya tesis doctoral dirigida por Paz Portilla han salido la mayoría de los datos.

22 de junio de 2014

Imágenes relacionadas con las peregrinaciones marítimas en la Edad Media.

Os dejo aquí algunas imágenes relacionadas con las peregrinaciones marítimas a Santiago de Compostela.
La primera es una imagen del mapa con los puertos comerciales gallegos en la Edad Media y una imagen de un mapa con los principales faros Ingleses. Hay que recordar que la navegación en esas fechas se realizaba sin instrumentos, basándose en antiguas cartas y en las tradiciones orales y escritas entre los marinos y que para ellos los faros eran de máxima importancia. De hecho a La Coruña se la conocía como La ciudad del Faro.
Le sigue una lámina de peregrinos con fondo marítimo tomada, como las demás, de la tesis doctoral de Mª Violeta Miraz Seco. Junto a ella una reproducción de los lugares más frecuentes de peregrinación en la Inglaterra de la Edad Media. En esa época las peregrinaciones eran una auténtica aventura y de ellas han quedado elementos muy importantes en la literatura inglesa y universal como "Los cuentos de Canterbury"

19 de junio de 2014

Reportaje sobre la Primera Travesía Náutica Xacobea. Un poco de Historia (Parte 1)

La historia de las peregrinaciones marítimas a Santiago de Compostela (Parte I)
Por José Luis Conty, autor de “Los caminos del agua” (arrobabooks.com) una novela de aventura y más con tema náutico de fondo.

La primera Travesía Náutica Xacobea nace como idea de la Asociación de Clubes Náuticos Gallegos (Asnauga) coincidiendo con la conmemoración del 800 aniversario de la peregrinación de San Francisco de Asís a Santiago.
La organización ha previsto dos vertientes, la Mediterránea que ha partido de Genova el 15/6/2.014 para llegar a Puerto Cruz en la desembocadura del Río Ulla muy cerca de Padrón, y la Ruta Norte que seguirán barcos que llegarán desde el norte de Europa y de la costa Cantábrica en distintos trayectos para unirse el día 5/7/14 en Avilés y comenzar desde este puerto una ruta conjunta, que como la Mediterránea acabará en Padrón, lugar al que según la leyenda llegó el cuerpo del Apóstol traído por sus dos discípulos Teodoro y Atanasio.
Esta primera Travesía Náutica Xacobea en la ruta mediterránea contará con 12 embarcaciones de una eslora media de 15 metros y un total de 62 tripulantes peregrinos que desde Génova recorrerán las 1512 ,millas que les separan de su destino. En la ruta norte participarán 35 barcos con una eslora media de 12 metros que recorrerán las 283 millas que por etapas que hay entre Avilés y Puerto Cruz (Padrón). Los barcos de esta ruta norte proceden de Galicia, Cantabria, País vasco, Asturias (el 43 %), Francia, Irlanda y Bélgica.

Desde estas páginas, los tripulantes del Roatán, (Emma y José Luis Conty) os ofreceremos un reportaje en distintos capítulos que incluirán la historia, las travesías, fotografías, las diferentes etapas de nuestra peregrinación con anécdotas, relatos de los participantes, descripción de puertos y ciudades y una breve mención a fondeaderos, puertos de refugio y otras circunstancias de nuestra aventura.
Todo ello lo podréis leer en el Magazine del Círculo de Lectores (http://cirqla.com/), pero si quiere ver más fotos y más detalles puedes visitar nuestro blog: http://elblogdejlconty.blogspot.com.es/

Un poco de historia


Imagen de una coca: Una coca (cog) con un timón de popa de una ilustración del Lutrell Psalter de alrededor del 1335-40. HUTCHINSON, G., Medieval Ships and Shipping, Leicester University Press, London, 1994, p. 54


Haciendo un poco de historia hay que remontarse a principios del siglo VII en el que circulaba un breve relato anónimo en el que se difundía la noticia de que el Apóstol Santiago había predicado en la Península Ibérica e incluso se mencionaba el lugar donde estaba enterrado. Este relato se encuentra en el Breviarium Apostolorum de San Adelmo quien leyó esta noticia antes de morir, entre 667 y 680.

La tradición dice que en el año 813 un ermitaño llamado Pelayo (Pelagio) vio caer una lluvia de estrellas sobre un lugar de Iria Flavia. El Obispo Teodomiro descubrió el sepulcro en el que se encontraron tres cadáveres, el de Santiago y los sus dos discípulos.

Comenzó entonces una peregrinación de los cristianos, El Camino de Santiago, que ha llegado hasta nuestro días y en la que casi todos los historiadores están de acuerdo en que ha sido y es una pieza fundamental en la vertebración de Europa.

La primera peregrinación marítima a Santiago de la que hay constancia data del año 1102 cuando San Godric de Finchale, un cruzado, mercader, peregrino y pirata visitó Santiago volviendo de las Cruzadas. En 1147 está también fechado el paso Por santiago de una escuadra de cruzados de la Europa del Norte que iban a Tierra Santa. Con estas dos peregrinaciones marítimas nace el Camino Inglés caracterizado por dos fases, una peregrinación marítima desde el Norte de Europa, fundamentalmente desde Inglaterra y otra a pie desde el punto de Galicia donde desembarcaban y que les llevaba por tierra hasta Santiago. Desde entonces y hasta finales de la Edad Media, llegaron a Galicia barcos escandinavos, flamencos, ingleses, escoceses, irlandeses, etc.

Hubo pues dos rutas marítimas de peregrinación a Santiago, que son las que se han intentado rememorar con esta travesía organizada por Asnauga. La menos frecuente es la que seguían los cruzados y peregrinos que visitaban Santiago regresando por el Mediterráneo desde Tierra Santa y la más frecuente, conocida como El Camino Inglés que partía desde los puertos de Europa del Norte y sobre todo del sur de Inglaterra.
Los puertos de salida habituales en Inglaterra eran Dartmouth, Fowey y sobre todo Plymouth y Bristol. Dado que los barcos que llegaba desde Inglaterra a Galicia transportaban peregrinos fundamentalmente comerciaban con vino, escogían el puerto mas adecuado y más cercano a Santiago para que los peregrinos hicieran rápido el camino por tierra y así poder regresar cuanto antes a Inglaterra. Por esa razón los puertos más comunes de llegada eran ocasionalmente puertos vascos, cántabros, asturianos... pero especialmente por los de Ribadeo, Viveiro, Puentedeume, Noia, Padrón y sobre todo A Coruña que era el más preparado técnicamente, el que contaba con permisos reales para este tipo de comercio y uno de los más cercanos a Santiago.

Las Rutas

Una de las peregrinaciones más antiguas de las que se tiene constancia partió en el siglo XII de Ribe en Dinamarca hasta A Coruña y respecto a la duración de la travesía el relato dice así: “Desde Ribe a Sinkfall en Flandes, se puede navegar en cuatro días y el mismo número de noches. Desde Sinkfall en Flandes hasta Prawle en Inglaterra dos días y una noche. Este es el cabo más lejano en el sur de Inglaterra, al que se llega desde Ribe navegando de forma angulosa de sur a oeste. Desde Prawle en Inglaterra a Saint Mathieu se llega en un día. Desde allí al Faro cerca de Santiago en tres días y tres noches. Desde allí son dos días y dos noches (…)”.
Inicialmente en el siglo XI y XII las derrotas seguidas cruzaban el canal de la Mancha y los peregrinos desembarcaban en Normandía para seguir a pie hasta Santiago siguiendo el llamando Camino Francés.
Posteriormente se acortó la peregrinación terrestre y los barcos solían dejar a los peregrinos en la Bretaña Francesa cerca de los Pirineos, hasta que finalmente y sobre todo por la peligrosidad que suponía transitar por el Camino Frances debido a la Guerra del Cien Años entre Francia e Inglaterra, se impuso la ruta directa desde el sur de Inglaterra a Galicia. Esta ruta fue la que más tráfico de peregrinos tuvo sobre todo entre los siglos XIV y XV llegando a contabilizarse en 1434 con 73 licencias de barcos para 2.810 peregrinos.

El próximo capítulo hablaremos de las condiciones de la travesía en la Edad Media, las embarcaciones que se usaban y sobre las condiciones de navegación.


Mi agradecimiento todos los autores cuyos trabajos he consultado, pero especialmente a Mª Violeta Miraz Seco de cuya tesis doctoral dirigida por Paz Portilla han salido la mayoría de los datos.

6 de junio de 2014

Charla para la presentación de "Los caminos del agua" en Oviedo.

Gracias Mabel. Por acompañarme en esta presentación, aquí en Oviedo, una ciudad que me trae muchos y muy buenos recuerdos.

En primer lugar agradecerles a ustedes su presencia. Me gustaría entretenerles durante quince minutos sin defraudarles. Espero conseguirlo y para que ustedes se sitúen en el país, con los paisajes donde se desarrolla la trama de esta historia vamos a ofrecerles unas fotografías de Camboya esperando que ello les ayude a conectar con el ambiente de un país tan atractivo como este.

Para los que no lo sepan, Mabel Mariño, que es una especialista en comunicación, faceta que ejerce desde su empresa MTres aquí en Asturias, es  también una experta del lenguaje, así que cuando terminé mi novela y después de que la leyeran en mi familia, le pedí que revisara y corrigiera el texto. Tuve la suerte de que accediera, y además, de aprender mucho con sus orientaciones. Sus ánimos, su impulso y su fe en el libro fueron muy valiosos para mí. Gracias a eso  me atreví a presentarlo en algún concurso literario y acabó siendo finalista del premio Círculo de Lectores primero y publicada por Arrobabooks después, con lo que a Mabel, este libro y yo le debemos no sólo la suerte de tenerla aquí, acompañándome en esta presentación, le debemos mucho más.
Así que muchas gracias, Mabel, esta novela es un poco tuya, como lo es también de otras personas que colaboraron de una u otra forma conmigo y a los que desde aquí les agradezco también su ayuda, entre ellos al equipo de edición del Círculo de Lectores, con Cristina y Karin a la cabeza, a Rafael del Busto y a Julio Llamazares que también me ayudaron o me orientaron en este difícil oficio que no es el mío. Así que cuando lean el libro, si les gusta, piensen un poquito en ellos.

Antes de continuar me gustaría comentar que Asturias en general y Oviedo en particular han sido y son para mí, y para muchos leoneses más, un referente a la hora de estudiar, de trabajar y también de disfrutar. Yo tuve la suerte de vivir aquí durante casi diez años, nunca me desvinculé del todo ni de eta ciudad ni del Principado y si hay una cosa que yo destacaría de Asturias es el carácter divertido, hospitalario y campechano de sus gentes.

A mí, Oviedo me trató muy bien, aquí pasé mi juventud y nunca olvidaré la Calle Mon, la Facultad de Medicina, el Barrio de Buena Vista en el que vivía, o la plaza del Fontán con aquel mercado que era una verdadera maravilla.
Fueron mucho años, muchos amigos y muchas impresiones nuevas para una muchacho de León que llegaba a Oviedo con ganas de conocer un mundo diferente. De todas aquellas experiencias acabaron surgiendo personajes para relatos y novelas como el de Eduardo, un médico asturiano con el que empieza esta  y que es junto con Channa el eje sobre el que gira el libro “Los caminos del agua”.

Abordar la presentación de un libro digital plantea diferencias con otras presentaciones.     Para obviarlas, tenemos para ustedes unos “marcapáginas” y, como ya les he adelantado durante la charla, vamos a proyectar una serie de fotografías de Camboya y de los lugares que me inspiraron la trama de la novela. En ellas aparecen personas que pasadas por el tamiz de la imaginación dieron lugar a algunos de los protagonistas de esta historia.
En cualquier caso, y quizás porque ser la primera novela que publico,  he preferido contarles a ustedes lo que es el libro, pero también lo que este supuso y supone para mi.

Como dijo D. Francisco Umbral o mejor dicho tergiversando un poco el famoso episodio que protagonizó con Mercedes Milá, ustedes lo que han venido aquí es a escucharnos hablar de este libro...
Y quizás debería empezar explicando porqué lo escribí, porqué sigo escribiendo.

Les aseguro que no es nada fácil. Debería poder contarles que esta siempre fue mi vocación, pero la verdad es que más que en vocaciones  yo creo en las influencias de autores, de lecturas, de profesores, etc.

Por otra parte, Todos en algún momento nos hemos sentido atraídos por la imagen que de los escritores se tiene.  Porque ¿cómo no va a sentirse uno atraído por esos personajes que nos presentan como tipos atractivos, enfrentados a ratos a una máquina de escribir antigua, pero que se pasan la mayor parte del tiempo sin trabajar y enredados en alguna conspiración en vez de sentados hora tras hora frente al ordenador?.

Claro que cualquiera que espere conseguir escribir un libro con esos planteamientos, se equivoca de parte a parte porque al menos para mí, aunque me hubiera gustado ser un personaje más bohemio, escribir me ha supuesto todo lo contrario.  Es decir, noches en blanco y retorcer las ideas y las palabras hasta que un párrafo parezca aceptable, para al final acabar,  la mayor parte de las veces, enviándolo con un clic a la “papelera de reciclaje” o lo que es peor, que el editor te lo tache  aconsejándote que lo elimines.

Sí, porque el oficio de escritor debería llamarse borrador o  tachador o corrector interminable, pero uno no se da cuenta de esto hasta que,  engañado por esa imagen idílica,   consigue garabatear un primer relato.    Después…    Después ya no hay marcha atrás.

Por tanto, puede que detrás de muchas vocaciones esté esa imagen novelesca  del escritor interesante, atractivo, aficionado a la noche y a las barras de oscuros tugurios, pero a mi,  desde mi época de estudiante, me empujó más la fascinación que siempre he sentido por todos aquellos que han sido capaces de entretenerme, de embelesarme, de hacerme imaginar una escena detrás de otra gracias a su capacidad para describir un paisaje, un personaje o relatar una historia inventada o real, hablada o escrita, pero siempre una historia bien contada.

La intención de escribir estaba ahí, pero era un proyecto pendiente de realizar para cuando tuviera tiempo, aplazado hasta que me jubilara y sin embargo todo empezó casi sin querer, viajando por Camboya en compañía de mi mujer y de me hija,  después de conocer una familia muy pobre, pero con una dignidad y una alegría de vivir que me impulsaron a  escribir esta novela “Los caminos del agua”

Al menos, ahora se podrá decir de mí que no dejo las cosas para más tarde y que cumplo con el refrán que desde pequeño me inculcaron mis padres de “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.”

La idea de esta primera novela consistía en dejar patentes las diferencias entre el tipo de vida occidental marcada por el consumo, la posesión, el capricho… con la forma sencilla y sin pretensiones de vivir que aún se puede encontrar en algunas aldeas del sudeste asiático.

Este era el tema básico, pero al final cada libro parece que de alguna manera se va haciendo solo, como si el escritor solo pusiera la pluma sobre el papel o los dedos en el teclado y se dejara llevar, porque el libro, realmente, se hace a sí mismo.
Lleva tiempo documentarse, encajar hechos ficticios dentro de un marco real, pero pienso que el género novelesco cuenta con la ventaja para el escritor de que no todo tiene por que ser cierto y que todo puede ser inventado.

Y hablando de temas y tramas, las primeras veces, cuando algún amigo me preguntaba ¿De que va el libro? Veía que no era capaz de explicarlo con claridad y sencillez. Bueno pues resulta que me he dado cuenta que puedo contar unas cosas a unos y otras a otros y que,    lo que les cuente a ambos,     sea completamente cierto.

¿Por qué es esto así?

Pues probablemente porque mi intención fue escribir una novela amena y fácil de leer pero que le ofreciera también al lector la posibilidad de pensar. Y quizás la dificultad de sintetizarla y explicarla con pocas palabras resida en esa aparente contradicción entre entretenimiento y reflexión y, desde luego, en el hecho de que se ofrece al lector más de un tema de fondo.

Claro que un escritor más avezado y más inteligente hubiera preferido tocar en cada libro un solo tema. Si hubiera adoptado esa estrategia probablemente habría conseguido centrar más al lector,  y además, ahora tendría una larga lista novelas en la recámara, cada una con su correspondiente temática, y no como ahora,     que tendré que esforzarme por encontrar contenidos interesantes cada vez que quiera empezar un libro.

Pero como he dicho antes, los libros se hacen un poco a si mismos y este tomó, con o sin mi permiso, la decisión de no dedicar sus páginas a un solo tema.

Otra cosa que me sorprendió,  por la frecuencia con que me lo preguntaban,    era el interés de la gente por saber ¿Cuántas páginas tiene el libro?
Para eso no tenía respuesta, y decía,  y digo,  pues unas doscientas y… algo.     Porque realmente ni sabía ni sé cuantas tiene.

Ante esa respuesta me encontraba dos tipos de reacciones diferentes.
Por un lado advertía gestos de alivio dictados, sin duda, por la impresión de que al menos un libro corto no aburre.
Y por otro estaba la actitud de los que piensan que hoy en día,  no hay libro que se precie si no tiene por lo menos, digamos, 500 páginas.

De cualquier forma, la propia historia, o quizás yo, habíamos decidido ya que era más prudente no aburrir. Eso sí,  puede que desaprovechando una oportunidad para escribir una novela de…  aunque solo fueran… ¿400 páginas?

A pesar de todas esas impresiones mías, yo me sentía muy feliz porque fuera como fuera había conseguido escribir un libro y dejaba atrás un reto, una aventura. Y lo que es más, por aquellos días estaba muy satisfecho porque, aunque no está bien que sea yo el que lo diga, descubrí que la novela  no debía de ser mala después de dársela a leer a mi primera lectora, mi mujer.

Fui feliz porque cuando esperaba que tardara una semana en acabarlo,    me sorprendió leyendo de un tirón más de medio libro, (estuvo leyendo hasta el alba) y al día siguiente por la mañana terminó el resto.

Así que cuando vi , que ante mi ansiedad por conocer su opinión se le humedecían los ojos, me sentí orgulloso, no de haber escrito un libro ameno, sino de tener a mi lado una mujer que me quería tanto como para que en sus ojos apareciera esa satisfacción.

Después ha pasado algo parecido con mi hija, y créanme, nada puede hacer más feliz a un hombre que ver asomar esos sentimientos en los ojos de las personas que quieres.

Y, para aquellos que no lo hayan leído,  volveré a intentar contestas a esa primera pregunta. Porque... Si no es aburrido… ¿Qué temas trata?

Pues sigo como al principio, sin saber concretar y ordenar lo que yo he intentado contar de una forma amena en la novela.

Podíamos decir que hay en ella una crítica al estilo de vida occidental.    
Que se pone de relieve la violencia extrema de la guerra o lo que supone la utilización de niños como soldados. Se puede encontrar en ella un reflejo de las tesis existencialistas, en particular de la obra de Albert Camus, o mi propia versión sobre al lado oscuro del ser humano, que en su momento nos descubrieron Joseph Conrrad o José Eustasio Rivera.
   
También pretende provocar una reflexión sobre la banalización del mal y, sobre todo, es una alabanza a la sencillez, a la mirada limpia de una joven madre, de un niño inocente, de las personas humildes, además de un recuerdo de los paisajes, de los colores y los olores de Camboya.

Vamos, lo dicho en un principio, que para resumir en pocas palabras lo que es mi libro, o lo que supuso para mí, llevo hablando un cuarto de hora  y probablemente, los que no lo hayan leído aún no sepan de que va.

Pues bien, voy a intentar satisfacerles hablando un poco de los personajes que, en el fondo, son quienes cuentan la historia.

Empezaré por Eduardo, un médico asturiano, que por su profesión como la mía podría pensarse que es el que más tiene de autobiográfico y no es así.

En la novela,  todos tienen mucho de ficción y algo de su autor, es como si los personajes fueran una especie de autómatas que copiaran cosas mías y curiosamente el que menos me ha copiado es Eduardo.

Channa, la protagonista camboyana de la novela, existe,  y su chabola, su hijo, su marido y la charca junto a la que vivían también. Una tarde, en aquella aldea de Camboya, descubrí en  su mirada lo fácil que es ser alegre incluso en las condiciones de pobreza más extremas.
De su miseria, del brillo de sus ojos, de su naturalidad, de su asombro, de su belleza interior y también de su inmovilidad y de su falta de ambición nació esta novela. 

Channa no era atractiva, pero parecía feliz y eso  me impulsó a crearla bella. Su personaje y su imagen reúnen en realidad la expresión que he visto en cientos de personas, en cientos de rostros risueños de distintos países, que sonríen constantemente a pesar de vivir en la indigencia.

Lilly, el otro personaje femenino con el que procuro caricaturizar la globalización y la vida en occidente, me provocó y me provoca un sentimiento casi de culpabilidad, de una culpabilidad afectuosa, desde luego.

Creo que esta sensación se debe a mi intento de cargarla con rasgos negativos para afearla, y mi sorpresa fue que como personaje,   Lilly  se negó a ello.
Era como si estuviera viva y tras colocarle un adjetivo peyorativo me suplicaba desde la página ya escrita que lo cambiara, que lo dulcificara, de manera que ante su demanda no me quedó más remedio y le concedí su propia belleza.

Saloth Yatay es un guerrillero del Jemer Rojo en el que procuré resaltar el desinterés, la indiferencia, la ausencia de proyectos, la desilusión y la apatía provocados por el dogmatismo y por la guerra.

Es un personaje frío, impasible, amoral, deformado por el adoctrinamiento desde la infancia para ser utilizado, desde niño, como soldado.

Creo que este es el personaje más carismático de la historia, el más bonito, el más desgarrador, el que desearía interpretar, si yo fuera actor y por supuesto, el más querido por su autor. Sin él esta novela no existiría o no tendría las connotaciones que pretendí darle. Sin él, Los caminos del agua no se habrían encontrado en Camboya.

Así que sin descubrir su trama voy a terminar diciendo que “Los caminos del agua” es una aventura con personajes que entrecruzan sus vidas. Una historia en la que algunos personajes aprenden y encuentran su sitio y otros pierden incluso la oportunidad de vivir. 

Una novela en la que sus protagonistas representan casi por orden de aparición el desengaño, la sencillez, la arrogancia o la apatía, todo ello en un país con unos paisajes tan bellos y una historia tan trepidante y brutal como solo Camboya puede ofrecer.

Un relato en el que los secretos y la guerra del Jemer Rojo me permitieron crear un ambiente de incertidumbre, de suspense y espero que de cierta emoción, porque como siempre digo si una novela no es capaz de entretener y emocionar al mismo tiempo, no merece la pena.

Termino diciéndoles que un libro una vez escrito deja de pertenecer a su autor para empezar a pertenecer a sus lectores y que ya no es importante lo que su autor diga de él sino lo que ustedes piensen, lo que a ustedes les sugiera su lectura.



3 de junio de 2014

Hola a tod@s.
Después de unos días de descanso, vuelvo a presentar la novela. Esta vez en Oviedo, mañana día 4 de junio, en El Club de Prensa Asturiana a las siete de la tarde.
La verdad es que, cuando empecé con este tema de promocionar la novela, nunca pensé que esto llevara tanto tiempo y tanto trabajo.
De los resultados de estas presentaciones no sabré nada hasta dentro de unos meses, pero hay algo mucho más importante que los resultados y es que gracias a ellas he conseguido reencontrarme con gente que hacía mucho tiempo que no veía, por ejemplo con mi gran amigo y compañero José Antonio Morán (un abrazo Morán) y con su familia. He recuperado el contacto, por Facebook, también con Gloria y Paco y con Luisa y Miguel (un abrazo a todos), aunque como soy un vago pues no entro mucho en esto del Facebook. Espero no perderlo de nuevo.
En fin, a los que estáis en Oviedo, me gustaría veros con motivo de esta presentación y charlar un poco, recordar viejos tiempos, etc. Vaya, que este y otros motivos no dejan de ser una disculpa para volver a ver a los amigos, así que si os apetece os espero en el Club de Prensa Asturiana, en la calle Calvo Sotelo, 7. Oviedo, el día 4 de junio a las siete de la tarde. Prometo no aburrir.

26 de mayo de 2014

Viajar con las palabras al Valle Gran Rey

Copio abajo el artículo publicado en Cirqla.com, tal y como ha aparecido en el magazine del Círculo de Lectores. Espero que os guste.
JLConty


José Luis Conty nos hace viajar con las palabras al Valle Gran Rey

Llegar a Valle Gran Rey, en la isla canaria de La Gomera es dejarse invadir por la luz. Es entender de inmediato que el tiempo se detiene, las horas se distancian entre ellas y el reloj se convierte en un objeto inservible.

Nombres como Guarañel, Chelé, El Guincho o Taguluche sugieren paisajes y suenan a calma, a murmullos serenos en el sosiego de un lugar donde el negro basáltico contrasta con el turquesa traslúcido de las rompientes, con el blanco de la espuma extendida sobre la arena oscura y salpicada por el rojo volcánico de algunas rocas.

Reina en su paseo el silencio roto por la canción de los cantos, que ruedan y rechinan chocando entre sí arrastrados por la resaca. Un sonido misterioso, antiguo, rítmico, eterno. La voz del mar que se graba en la memoria del caminante.

En Valle Gran Rey aturde el silencio y la vista del viajero se pierde sin saber dónde mirar. Dudará si quiere fundirse con el horizonte infinito de una puesta de sol en el mar, un ocaso que se remata, a lo lejos, con la silueta de la isla, también perdida, de El Hierro. O quizás escoja dejarse impresionar por la inmensa mole piramidal, negra y roja de La Mérica, una montaña vertical que cae acantilada desde más de quinientos metros de altura apretando al pueblo contra el mar, arrinconándolo en una lengua de aluvión en la que se asientan las casas de pescadores, bajas y coloridas, las playas, casi siempre desiertas y el puerto.

Valle Gran Rey, visto desde el barranco, es una profunda hendidura de laderas transformadas por el hombre en bancales verdes y casitas que se esparcen por el valle escondidas entre los riscos, los naranjos, los guarapos y los laureles. Un oasis en el desierto del sur de la isla perdida. Una brecha profunda en la tierra negra salpicada de violetas, lirios, retamas, orquídeas y acantos que termina en la luminosa superficie plateada del mar.

Valle Gran Rey es un paraíso natural, pero es también el reino de la tolerancia y de la libertad. El lugar en el que el rojo no significa prohibido, sino color, el color del atardecer, de la luz, de los adoradores del sol. Calma, permisividad, relax y tiempo para todo y para todos.

Qué más se puede decir de un lugar de donde uno nunca quiere salir. Quizás todo se pueda resumir con las palabras y el gesto que me dedicó Pepe, el dueño de una tienda en la playa.

— ¿Quién querría abandonar esta paz y perderse este olor?

Y alargó la mano, abierta hacia las olas, y se la llevó a la cara mientras cerraba los ojos y aspiraba profundamente todo el perfume del mar.

Después los abrió y sonrió diciendo…

—De Valle Gran Rey nadie se va del todo. Al irse, todos dejan aquí un poco de su libertad.

Por José Luis Conty autor de Los caminos del agua.

Descubre ahora en Arrobabooks.com la novela Los caminos del agua del escritor José Luis Conty. Es uno de nuestros libros recomendados.

22 de mayo de 2014

Valle Gran Rey, un paraiso en la isla perdida de la Gomera.

Acaban de publicar en Cirqla.com un artículo sobre Valle Gran Rey, en La Gomera.

En él intento explicar lo que supone para nosotros y para la gente que lo conoce ese lugar tan fantástico y tan desconocido para la mayoría de los españoles.

Playas casi desiertas, colores y sonidos eternos que reinan en el silencio general. Ausencia de aglomeraciones y de edificios turísticos. Pocos viajeros y unos paisajes espectaculares que podréis descubrir muy cerca, sin la necesidad de viajar lejos.

Espero que el artículo y sus fotos os guste.

Os dejo aquí el Link para que lo leáis y espero que esa lectura os haga buscar información y terminésis, como nosotros, visitando Valle Gran Rey casi cada año.

http://www.cirqla.com/jose-luis-conty-nos-hace-viajar-con-las-palabras-al-valle-gran-rey/


J.L.Conty




16 de mayo de 2014

Las aventuras de Kavalier y Clay, de Michael Chabon.


Cuando comencé a leer esta novela, me pareció casi pesada. Me costó encontrar el tono del escritor. Después poco a poco y sobre todo desde la mitad consiguió engancharme como solo lo hace un buen libro.

Digamos que la primera parte se centra más en el personaje de Joe Kavalier pero es desde la mitad hasta el final cuando su obsesiva inútil y desequilibrada lucha contra el nazismo me provocó un sentimiento casi agónico al ir desentrañando un desenlace en el que su infructuoso intento termina afectándole tanto que el personaje se pierde. Solo al final, parece comprender sus errores y gracias a la inocencia de un niño parece ser capaz de recuperar su vida. Ese atisbo de esperanza del final de la novela fue capaz, en mi caso, de compensar ese sentimiento agónico que causó en mí casi toda la obra, del que solo pude sobreponerme gracias a la ironía y el humor con el que el autor endulza todo el relato.

Algo parecido pasa con el otro protagonista fundamental del libro, Sam Clay. Este personaje despertó en mí ternura, por su condición sensible y dulce, admiración por su condición de emprendedor, por su empeño, su inteligencia y su fuerza de voluntad y tristeza, un profunda y atenazadora tristeza ante la imposibilidad (y también ante su incapacidad ) de manifestarse como el homosexual que es en un medio, los Estados Unidos de mitad del siglo pasado, que la novela me hizo sentir percibir claustrofóbico, no solo para los homosexuales, sino para cualquiera que se saliera de la normalidad oficial.

El final, un traslado al sur y al oeste, donde un ambiente más cultural y que se presume como más permisible, hace, que como en el caso del personaje anterior, se perciba el futuro con cierta esperanza.

En definitiva, una hermosa novela que expresa una gran sensibilidad ante las circunstancias que rodean a los dos protagonistas, crítica ante la especulación, que describe perfectamente el ambiente del Nueva York de la década de los cuarenta y escrita con tal ironía que me permitió divertirme sin caer en la desesperanza.

     

10 de mayo de 2014

Sentimientos enredados.

En la feria del libro de León he tenido la oportunidad de sentir tristeza.
No ha sido por la presentación de mi novela, que no estuvo nada mal, aunque la mayoría, por no decir todos, fueran amigos.
No, me siento mal por lo que he visto, por lo que sabes, pero que solo ocasionalmente se manifiesta tan crudamente.
Sí, no se puede sentir otra cosa cuando ves que día tras día un buen poeta espera sentado en un carpa, dispuesto a firmar su libro sabedor de que nadie se presentará con él para pedirle que se lo dedique.
Los libros, como el cine o la música y sus autores han caído presas de la globalización en las garras del consumismo estúpido.
No es algo nuevo, no. Lo sé. Pero que pena da pensar que ahora un poemario, una novela, un ensayo, un álbum de música o una película, se compra porque se anuncia, porque se publicita en la televisión o en la prensa o porque su autor es famoso.
La cultura continua siendo fagocitada por el mercado, por el poder del dinero y uno no puede por menos de sentirse muy triste cuando piensa que los libros se parecen mucho más de lo que parece a las grandes marcas de ropa o a las tiendas de las grandes cadenas de ventas de lo que sea.
La mejor expresión de que la divulgación de la cultura ha perdido la batalla con respecto a la venta de best seller es la imagen de un poeta, esperando sentado pacientemente en una carpa vacía. Un genio que sabe que nadie acudirá a él, que se sabe solo, que deja escapar una lágrima cuando termina su turno y se va silencioso, sin llamar la atención, sin decir nada a nadie, sin haber firmado ni un poemario.
Me sentí afortunado en mi presentación en León y en Avilés. Al menos no estaba solo, estaba acompañado por mucha buena gente y muchos de ellos han leído mi libro y sé que lo leerán más. Pero he sentido profundamente la resignación de los poetas.
De esa resignación de quien tiene conciencia de la soledad, de la lágrima que se escapa sin que nadie la vea, nacerá algún día un nuevo poema y quizás ese sea el que se lea y se escuche y se sienta y se disfrute. Y si no es así, tampoco importa, porque lo que importa son esos versos con sus sentimientos enredados.
De esa lágrima que una chiquilla vio resbalar solitaria y resignada nacerá una rima.

No sintáis tristeza. Ese es el triunfo de un poeta.

7 de mayo de 2014

Jueves 8 de mayo. Presentación en León de "Los caminos del agua"



Estimados amig@s:
Mañana, día 8 de mayo, presento en León, en la Feria del Libro, mi novela “Los caminos del agua”.
Será en la carpa de firmas a las 20:00. El libro lo presentará conmigo Alfonso García, escritor, fundador y director del Semanal “El Filandón” del Diario de León hasta hace muy poco, que entre cosas ha sido también Director del Instituto Leonés de Cultura y tiene una extensa lista de libros publicados.
Acompañando a la presentación, que durará una media hora, proyectaremos un reportaje sobre Camboya hecho con las imágenes y personajes que dieron lugar al libro y se repartirán unos “marcapáginas” sobre la novela.
Al final, habrá también un turno de preguntas para los que quieran conocer algún aspecto concreto sobre el libro.

Os dejo aquí, unos párrafos de la charla de presentación:

“Los caminos del agua” es una aventura con personajes que entrecruzan sus vidas. Una historia en la que algunos personajes aprenden y encuentran su sitio y otros pierden incluso la oportunidad de vivir.
Una novela en la que sus protagonistas representan casi por orden de aparición el desengaño, la sencillez, la arrogancia o la apatía, todo ello en un país con unos paisajes tan bellos y una historia tan trepidante y brutal como solo Camboya puede ofrecer.
Un relato en el que los secretos y la guerra del Jemer Rojo me permitieron crear un ambiente de incertidumbre, de suspense y espero que de cierta emoción, porque como siempre digo “si un libro no es capaz de entretener y emocionar al mismo tiempo… no merece la pena.”


Fragmento de la presentación en León
José Luis Conty